LIBRO: "EL PENTÁCULO FRANCÉS"

La simbología es el lenguaje más antiguo, y a su vez universal, con el que los humanos hemos conseguido comunicar ideas y significados, más allá de razas, culturas o idiomas. El lenguaje simbólico es un hontanar al que todos podemos acceder, haciéndolo nuestro y pudiendo llegar a compartirlo con otros semejantes que alcanzarán la comprensión y su conocimiento de una manera parecida a la nuestra. El pentáculo, esa estrella de cinco puntas que forma parte de la simbología pagana desde tiempos ancestrales, es uno de esos símbolos  universales.

Pero una de las características del pentáculo es esa interconexión entre todas las puntas de la estrella, otorgando así un sentido de integración a todos sus elementos. Fuego, aire, agua y tierra, mantienen así su relación con la quintaesencia que representaría el ser, el espíritu. De ahí que, manteniendo el paralelismo, en este conjunto de narraciones hayamos querido sumar exponentes, referenciar esas partes universales del pentáculo, de la simbología, adaptándolo a los cuatro relatos que componen este libro. La conexión entre ellos es evidente, ya desde su creación los cuatro escritores hemos querido aunar fuerzas, sentir como propias las palabras del otro para así lograr unos relatos que formen parte del alma de cada uno de nosotros elevándola, a su vez, como una propia. Y todo ello respetando las particularidades, lo singular, haciendo de ello un valor para lograr encontrarse en las afinidades plurales. Francia es el lugar de encuentro elegido para crear, compenetrarse, y describir historias y paisajes que lleguen a concretarse en un escenario común.    Cuatro historias, cuatro pensamientos, cuatro  formas de escribir y de contar que se hacen, necesariamente, complementarias. Todo por el trabajo bien realizado, por el espíritu común de expresar y compartir sentimientos, por la grandeza de haber hollado y compartido aquel horizonte común que los autores nos habíamos planteado.
Pero quizá sea la quinta punta, la quintaesencia que antes hemos referido, la más importante en este pentáculo literario, la presencia más necesaria para todo escritor: la del lector. Él encarnará el ser que necesitan estos relatos para darles vida, para unir el alma que pondrá en su lectura con la de sus creadores cerrando así el círculo que otorgue sentido y unión a todas las puntas de nuestro particular pentáculo francés.
José Ángel Monteagudo